La lucha por el lenguaje inclusivo

La lucha por el lenguaje inclusivo

LA RAE SE REAFIRMA EN RECHAZAR EL LENGUAJE INCLUSIVO. 

La RAE y la ASALE acaban de presentar su “Libro de estilo de la lengua española”. Pretende ser una guía práctica para resolver las dudas que han ido surgiendo en estos últimos años. Ya en su primer artículo nos presenta el rechazo a frases como “todos y todas” o esas otras versiones que estamos viendo mucho como “todes” o “todxs”.

Vamos a ver qué se defiende en cada caso de manera sencilla. Os recomiendo el artículo “La lengua degenerada” de  SOL MINOLDO, JUAN CRUZ BALIÁN si queréis datos, nombres, estudios, etc.

Desde el punto de vista de la inclusión se defiende que es la lucha por usar un lenguaje más justo, menos violento, esto es, un lenguaje que no sea utilizado contra nadie como arma de exclusión y opresión en la sociedad. Intentar ser sensibles a usar un lenguaje menos machista y masculinista neutralizando los usos del masculino singular al sustituirlos por otras expresiones o por la inclusión también del femenino singular es un gesto democrático y civilizado.
-> www.mujerpalabra.net/pensamiento/lenguaje/lenguaje_inclusivo.htm

Me gustan las palabras de Luisa Velasco, psicóloga y escritora, que incide en el hecho de que el mensaje de igualdad no llega: la falta de perspectiva de género no permite que veamos una realidad que tenemos ante nuestros ojos. Tenemos que superar la desigualdad existente, porque aunque nos empeñemos en defender que hay una igualdad legal no lo es de forma real y efectiva.

¿Y qué opina la RAE de todo “alumnos/as, todos/as, niños/as”?

“Artificioso e innecesario”. Los lingüistas estarán de acuerdo con los criterios de la RAE. De hecho es un principio básico de lo que llamamos economía del lenguaje y que no tendría que excluir a nadie, pero el hecho es que en la sociedad en la que vivimos lo hace. Con lo que podríamos concluir que la teoría del “masculino como genérico” nos la sabemos pero no parece convencer.

Fijaos en la siguiente anécdota que he extraído de “La lengua degenerada”.

Una nota de Patricia Kolesnikov recupera un breve diálogo en una mesa, en la cual un señor explicaba por qué está mal decir presidenta. Las razones gramaticales del señor eran inapelables: 
“Presidente es como cantante. Aunque parece un sustantivo es otro tipo de palabra, un participio presente, o lo que quedó de los participios presentes del latín. Una palabra que señala a quien hace la acción: quien preside, quien canta. Justamente, no tiene género. ¿Vas a decir la cantanta?” Kolesnikov cuenta que hubo un momento de duda en la mesa, hasta que la escritora Claudia Piñeiro, respondió: “¿Y sirvienta tampoco decís? ¿O presidenta no pero sirvienta sí?”
Anécdotas como esta nos recuerdan que la lengua es maleable y que apoyar o rechazar un uso disruptivo, que tiene por objeto reclamar derechos larga e injustamente negados, es una decisión política, no lingüística.

El problema es que con propuestas radicales por parte de ambos lados se desprestigian y vemos situaciones absurdas como las siguientes:

– ¿Cómo se supone que debemos dirigirnos a un colectivo en el que hay varias mujeres y un hombre? ¿»Vosotras y tú»?

– Irene Montero, en una comparecencia junto a Pablo Iglesias cuando fueron a anunciar que estaban embarazados/as, es decir que se refirió a sí mismos/as como «nosotros y nosotras»

– ¿Cómo le dice un profesor – o profesora – a un niño – o niña – que tiene que hablar con sus padres? ¿No hay forma de decirlo de forma conjunta, aludiendo a esa «entidad» conjunta a la que antes se aludía con el término «padres»?

– «Quedamos y lo hablamos los dos tranquilamente»: si ese «los dos» conlleva chico y chica / hombre y mujer, ¿no se puede decir?

Y así podríamos dar muchos más ejemplos.

Al final parece que la RAE está preocupada por incluir palabras como yutubero o guasap cuando la sociedad parece tener otras necesidades. ¿Por qué no pensamos cuando hablamos y desdoblamos en casos necesarios? Sin volvernos locos, sin exagerar, sin crear discursos rimbombantes.

Y ya para terminar os dejo con la grandísima Gioconda Belli con un poema en el que sin ningún problema cambia la última letra de una palabra para identificarse de manera más directa, sin artificiosidad.